Oh San Marcos de León,
tú que domaste la daga y el dragón,
doma los toros enojados
que también pertenecen al monte,
doma a mis enemigos
y déjalos humillados delante de mí,
al igual que Cristo lo hizo delante de Pilato,
que no hubo la necesidad de usar la fuerza,
y al igual que las ovejas,
que son símbolo de la modestia,
vengan a mí,
tráelos a mi sin diferencia de clase o religión,
y una vez arrepentidos,
reciban el perdón.
Déjalos, que los ateos ponen
en duda la verdad sobre nuestra fe
en la fuente cristalina divina que nos guía hacia ti.
Señor, tú que todo lo puedes,
tráelos hacia mi,
para así, ponerlos a beber del agua
de la fuente de la humildad.
Paz en Cristo, Paz en Cristo, Paz en Cristo.
Amén.
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