Jesús, tu Nombre dulce y poderoso, eleva el corazón a la esperanza. ¿Qué no podemos esperar de Dios, que nos ha dado todo en ti? ¿Qué no podemos esperar de ti, que te has dado en sacrificio por nosotros?
Bien oculto en las ropas de la humildad entraste a este mundo y bien desnudo de todo orgullo saliste de él.
Así nos vestiste con tus virtudes y nos desvestiste de nuestras miserias. Nos diste tu carne limpia de niño y aceptaste las llagas pavorosas de nuestro antiguo pecado.
¡Niño Dios, hermoso sobre toda hermosura! ¡Niño
Dios, espejo limpísimo del amor del Padre por la
humanidad! ¡Niño Dios, luz de pureza que has llegado
en medio de la noche para vencer a fuerza de amores a
las espesas tinieblas del egoísmo y la vanidad!
¡Niño Dios, candor incomparable, humildad
suprema, adorable Salvador! Niño Dios, ante ti nos
postramos de buen grado, siguiendo el ejemplo de los
pastores humildes y de los sabios venidos de Oriente.
¡Niño del pesebre! ¡Cuántas lecciones nos das sin
¡decir una palabra! En tu silencio eres Maestro, y en la
impotencia de tu pobre cuna eres más fuerte que todos
nosotros.
Padeces frío pero traes el fuego; lloras pero brindas
consuelo; callas pero enseñas a los sabios; sufres pero
en ti reside toda alegría y todo gozo.
Jesús Niño, con amor te suplicamos por todos los
niños y niñas del mundo, especialmente por los que no
pudieron nacer.