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 El aquelarre o Sabbat

Se creía que las brujas celebraban reuniones nocturnas en las que adoraban al Demonio. Estas reuniones reciben diversos nombres en la época, aunque predominan dos: sabbat y aquelarre . La primera de estas denominaciones es casi con seguridad una referencia antisemita, cuya razón de ser es la analogía entre los ritos y crímenes atribuidos a las brujas y los que según la acusación popular cometían los judíos.

La palabra «aquelarre», en cambio, procede del euskeraaker  (‘macho cabrío’) y larre  (‘campo’), en referencia al lugar en que se practicaban dichas reuniones.

Según se creía, en los aquelarres  se realizaban ritos que suponían una inversión sacrílega de los cristianos. Entre ellos estaban, por ejemplo, la recitación del Credo al revés, la consagración de una hostia negra, que podía estar hecha de diferentes sustancias, o la bendición con hisopo negro.

Además, casi todos los documentos de la época hacen referencia a opíparos banquetes (con frecuencia también a la antropofagia) y a una gran promiscuidad sexual. Una acusación muy común era la del infanticidio, o los sacrificios humanos en general.

La principal finalidad de los aquelarres era, sin embargo, siempre según lo considerado cierto en la época, la adoración colectiva del Diablo, quien se personaba en las reuniones en orma humana o animal (macho cabrío, gato negro, etc). 


El ritual que simbolizaba esta adoración consistía generalmente en besar el ano del Diablo (osculum infame ).

En estas reuniones, el Diablo imponía también supuestamente su marca a las brujas, y les proporcionaba drogas mágicas para realizar sus hechizos. Se creía que los aquelarres se celebraban en lugares apartados, generalmente en zonas boscosas. Algunos de los más célebres escenarios de aquelarres fueron las cuevas de Zugarramurdi (Navarra) y Las Güixas (cerca de Villanúa, en la provincia de Huesca) en España, el monte Brocken (mencionado en el Fausto de Goethe), en Alemania,

Carnac en Francia; el nogal de Benevento y el paso de Tonale, en Italia.

Se creía también que algunos aquelarres se celebraban en lugares muy lejanos de la residencia de las supuestas brujas, que debían por tanto hacer uso de sus poderes sobrenaturales para desplazarse volando: por ejemplo, se acusó a algunas brujas del País Vasco Francés de asistir a aquelarres en Terranova.

Algunas fechas se consideraban también especialmente propicias para la celebración de aquelarres, aunque varían según las regiones.

Una de ellas era la noche del 30 de abril al 1 de mayo, conocida como la noche de Walpurgis .

Se atribuía a las brujas la capacidad de desplazarse volando a los aquelarres. Esta creencia se remonta, al menos, a la antigüedad clásica, aunque a menudo fue vista con escepticismo (por ejemplo, en el Canon episcopi  se afrma la absoluta falsedad de esta idea). Los procedimientos empleados para volar varían según los dierentes testimonios: en el Canon episcopi , por ejemplo, se hace reerencia a la creencia de que las brujas se desplazaban en animales voladores. Sin embargo, el medio de locomoción más frecuente, y que como tal ha perdurado en la imagen actual de la bruja, es la escoba.

El simbolismo de la escoba se ha interpretado de diversas formas.

Para algunos autores se trata de un símbolo fálico «wicca »., lo que se relacionaría con la supuesta promiscuidad sexual de las brujas. Otras teorías mencionan que la escoba pudo haber sido utilizada para administrarse determinadas drogas. En cualquier caso, llama la atención al tratarse de un objeto relacionado casi exclusivamente con la mujer.

Con respecto a los vuelos de las brujas, las opiniones de los teólogos de la época estuvieron muy divididas. Para algunos, tenían lugar

Físicamente, en tanto que otros consideraban que se trataba de ensueños inducidos por el diablo. Modernamente se han relacionado con el consumo de ciertas drogas conocidas en la Europa rural, tales como el beleño, la belladona y el estramonio.

Autor:  Arzobispo Andrés Tirado Pérez


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